Hasta hace dos días no conocía el verdadero origen de la
celebración de San Valentín y me pensaba, inculta de mí, que era un inventó
más, como el día de la madre, de las grandes superficies, pero en el programa
Anda Ya se comentó su procedencia romana y una losa cayó sobre mí. ¿Cómo puede
ser que yo, ferviente defensora de las tradiciones romanas, no supiera de esto?
Bien pues decidí investigar sobre el tema.
Como para todo hay dos variantes, versiones o formas de
explicarlo. Como una, la de que San Valentín en la época del emperador Claudio
II casaba a jóvenes en secreto, porque el emperador había prohibido el
cristianismo y por ello el ritual del bodorrio cristiano del momento; Claudio
II le “pilló” y le mandó apresar. San Valentín moriría el 14 de febrero. Dentro
de esta hay un segundo camino y es: la hija del carcelero se enteró de que a
quien custodiaba era San Valentín, y quiso que su hija fuera todas las tardes a
hablar con él para conocer su sabiduría. En su último día de vida le escribió
una carta a esta chica pidiéndole que estuviera siempre cerca de Dios, firmando
como “De tu Valentín”. Y de aquí la tradición de las notitas… de amor.
Y aquí la que más me gusta, que considero la auténtica y
que, por ser pagana, ha sido tapada por el cristianismo, como tantas otras.

Como era de esperar, sexo, vino, fiesta y orgías. Supongo que
en ellas estarían los ya reconocidos dioses orgíacos Baco y Cupido.
¡¡Feliz San Valentín!!